Metrópolis
Niños maltrechos rondan las escuelas del no-saber.
Hay también un no-lugar donde los locos se desatan
y vuelan
como demonios extraviados.
Dialogaban unas calles con otras.
Soñaban, anárquicas, con derrumbarse.
Tan limpias, y aún así,
reclamaban lluvia.
Caía gente de los edificios,
morían
transeúntes en las aceras,
en los semáforos,
en los cruces
de intenciones.
Pasen y vean
nuestros parques de desechos,
nuestros vertederos de colores amargos,
nuestras plazas sin nombre,
nuestras fuentes ahogadas
en mares de quimeras reencarnadas
en monedas sin manos.
Duerme (si te atreves)
en los bancos
de esta ciudad salvaje
y despierta encadenado
a un préstamo perpetuo
a una condena vitalicia
al desierto de los desahuciados.
Somos nómadas sedentarizados en cines
y otros dispositivos
que simulan aire libre.
Somos angustias vestidas de Prada,
desnudas.
Somos prisas impuntuales.
Gobernados por un reloj de sol
que alarga los días,
para que la luz
haga horas extra en las fábricas.
Felices,
con una hora más de sueño,
con una hora más de bar,
con una hora menos
de conciencia
colectiva.
Sola se queda la urbe
cuando sus habitantes
desamparan las calles.
Impera entonces el miedo sin rejas
de la noche que cae y se cierne
sobre los enamorados sin casa:
perros lobo sin luna.
Mantas de estrellas
barridas al alba.
Y así vuelve a comenzar
el día,
la escuela,
la vida
urbana.
Poema galardonado con el PREMIO EL BUSCÓN (Tema libre), con la Investidura de Caballero de la Orden Literaria "Fco. de Quevedo", de Villanueva de los Infantes.
¡Muchísimas gracias! :-)