viernes, 31 de mayo de 2013

Fruta


FRUTA
Me partió por la mitad
para comerme
y descubrió
que era una inmadura.






Ver Maíz

sábado, 18 de mayo de 2013

Supersticiones


Sobre las supersticiones

Hoy voy a inventarme una superstición. Cualquier cosa: si te cruzas una fruta aplastada, da mala suerte (más mala suerte daría para el que la pisó y se resbaló).
No, en serio. ¿Quién se inventó las supersticiones? El otro día vi un gato negro. Era muy bonito, pequeño, aterciopelado… mi miró fijamente. Yo a él también y… ¡tenía un collar! Es decir, tenía un dueño no supersticioso. Me pregunté si en Canadá los gatos negros no darían mala suerte. Pero sobre todo, me pregunté por qué ese pobre animal había sido estigmatizado de esa manera. Me imaginé un pequeño poblado, en un lugar remoto, hace mucho tiempo, donde alguien se cruzó a un gato negro e inmediatamente le pasó algo terrible de forma inexplicable. Ante la ignorancia por no poder explicar de forma racional lo sucedido, le echó la culpa al gato. Y se lo contó a todo el poblado. Como esa persona era influyente (o bien porque se aburrían mucho) todos le creyeron. Y empezaron a temer cruzarse un gato negro. Cuando se cruzaban a un gato y nada malo pasaba, nadie lo contaba. Pero cuando pasaba (una cuestión de probabilidad!), se gritaba a voces que la leyenda era cierta. Y así se perpetuó la superstición.
Hasta aquí mi hipótesis y mi despliegue de imaginación. Aquí, la “verdadera” historia de la superstición según Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Gato_negro
Desde pequeña sentí un rechazo absoluto hacia las supersticiones. De hecho, siempre “tentaba a la suerte”. Tal vez sea porque nací el día 13, y tuve que convertir esa superstición en superstición positiva (por favor, que alguien invente una palabra para esto). A mí, me encanta sentarme en el asiento 13, vivir en el número 13. Y por supuesto, me encanta el 2013.
También tengo mi propia superstición: cuando alguien dice ¿bailas? y la respuesta es “no”, sucede algo malo en alguna parte del mundo. Pero no lo he corroborado porque yo nunca digo no (por si acaso) ;-)
En cualquier caso… ¿por qué todas las supersticiones son negativas? Que si bebes sin mirar a los ojos, que no brindes con agua, que no derrames la sal, que no rompas un espejo, que pidas un deseo, pero que si no soplas todas las velas de golpe no se cumple… ¡cuánta presión! ¿por qué no hay supersticiones positivas? Para empezar, ¿cómo se le llama a una superstición positiva? No hay palabra para eso, ¿verdad?
Creo que tendríamos que darle la vuelta a la tortilla (sin derramar la sal, claro) y empezar a inventar supersticiones positivas, olvidando por completo las negativas. Si hay mucha gente pensando (sin fundamento ninguno, pero con mucha ilusión), que le va a suceder algo bueno, puede que incluso suceda…

jueves, 16 de mayo de 2013

De hueso



Corazón de hueso
Dices que en mis hombros no puedo sostenerte
y me destierras a mapas de marea y espuma.
Ves en mis mejillas lienzos y arcilla.
Juegas. como un náufrago, a flotar sin rumbo por mi aliento
y mi respiración te guía.
Mírame,
el invierno se esconde en mis axilas de eco.
Mírame, tengo nieve deshecha en las palmas
y un corazón de hueso,
blanco,
como una nota.

Grácil

Cada vez que veo una ardilla correr delante de mí, me viene a la mente una palabra: grácil. Y justo hoy he pensado que grácil es una mezcla perfecta entre gracia y ágil. Porque se puede ser ágil, pero sin gracia. Y la ardilla tiene las dos cosas. Contenta con mi descubrimiento, he ido a corroborarlo con la RAE. Para ésta real academia, grácil es algo "sutil, delgado o menudo". Vuelvo a discrepar con la RAE: aunque ayuda, no todo lo sutil, delgado o menudo, es grácil. Una hormiga es delgada y menuda, y no es grácil. Esa definición no recoge en absoluto lo que representa algo grácil, y mucho menos a mi ardilla. 
Por otra parte, me he fijado, y no soy la única que mira a las ardillas (es decir, no se trata de una admiración pasajera como recién llegada a Montréal. También los 'autóctonos' se quedan encandilados viéndolas correr y trepar a los árboles como si nada). Esos movimientos ágiles y graciosos, unido a mi miopía, hace que me parezcan animales preciosos. No lo son tanto. Recuerdo que el año pasado vi una de cerca, cuando del árbol saltó a mi balcón y se asomó por mi casa. Qué mal lo pasé. De cerca era una rata. Y es que hay una gran discriminación estética con los animales. 
Es curioso: parece que la humanidad por fin está de acuerdo en algo: una rata es fea, una gatito es bonito, un caballo es majestuoso, una hiena, es una desgraciada (véase aquí un ejemplo de un animal, que por muy ágil que sea, no tiene gracia: una hiena no es grácil). Es como si los criterios de belleza en el reino animal fueran en cierto modo universales. Una cucaracha puede incluso ser comida, pero nunca será admirada por su belleza. 
Y si lo piensas, ¿qué diferencia a una ardilla de una rata? ¿la cola?
En fin, en cualquier caso, me alegro mucho de que no sean las ratas, sino las ardillas, las que andan correteando por las calles.

viernes, 10 de mayo de 2013

Projuicio


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De: Lola Borges Blázquez [lolaborges1984@gmail.com] 
Enviado el: lunes, 12 de noviembre de 2012 23:00
Para: Diccionario RAE; Gerencia RAE
Asunto: projuicio 

A la atención de la Real Academia Española:

Me permito escribirles para proponer una nueva palabra, "projuicio", para reflejar una realidad que carecía de nombre: un prejuicio favorable.
Prejuicio tiene por definición "opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal". Projuicio sería exactamente lo contrario "opinión previa y tenaz, favorable, acerca de algo que se conoce mal". Igual que tenemos prejuicios, también tenemos muchos projuicios: hacia lo que leemos en un determinado periódico por ser de un determinado signo político, en una determinada emisora de radio o de televisión, hacia la gente que viste de una determinada manera, que desempeña una determinada profesión, etc. También podemos tener un projuicio, hacia los amigos de nuestros mejores amigos, es decir, una predisposición a que nos caigan bien.
La palabra prejuicio, que no debería ser más que un juicio previo, ha adquirido sin duda una connotación negativa. Considero que expresiones como "prejuicios positivos" o "prejuicios favorables" no tienen la misma fuerza expresiva que "projuicio", palabra que propongo que se incorpore al diccionario de la RAE.

Esperando su opinión y valoración de esta propuesta, mis más cordiales saludos,

Lola Borges Blázquez


From: Unidad interactiva del DRAE
Subject: projuicio
Date: 14 de noviembre de 2012 10:14:58 GMT+01:00
To: "'lolaborges1984@gmail.com'"
 
Estimada señora:

Nos dirigimos a usted desde esta nueva Unidad Interactiva del DRAE para comunicarle que la Real Academia Española sólo recoge en suDiccionario voces suficientemente documentadas en sus corpus, preferiblemente procedentes de textos literarios de autores de reconocido prestigio. Los textos deben abarcar, además, un periodo de tiempo de al menos seis años, pues de otro modo, podrían reflejar un uso efímero.
Hemos comprobado que no existe para la palabra projuicio que usted propone, ningún apoyo documental en los corpus de la Academia, por lo que no podemos iniciar los trámites para una posible inclusión.

Sin otro particular y agradeciéndole el interés prestado a nuestro Diccionario, reciba un cordial saludo

Silvia María Fernández Alonso.
Responsable de la unidad interactiva del Diccionario de la Real Academia Española



 

Una aplicación para los reproductores de música

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Si entendiera de informática o si simplemente supiera crear aplicaciones porque sí, inventaría sin duda una para los reproductores de música. Sí, un detector de incoherencias. Un iPod no puede contener a Enrique Iglesias y a Tom Waits. No puede. Explota. Eso es, mi aplicación haría que el reproductor explotara. Bueno, no vamos a ser tan radicales. Lo dejo en que se declare en huelga por una semana y luego vuelva a funcionar.
En cuestión de música, todos tenemos nuestras incoherencias, cosas que escuchamos a escondidas. Estuve un tiempo enganchada a Spotify sólo para ver lo que escuchaban mis amigos. Me los imaginaba en sus respectivos lugares de trabajo escuchando lo que fuese. Dime lo que escuchas y te diré como eres. Vale, tal vez haya vuelto a exagerar: dime lo que escuchas y te diré cómo estás (teniendo en cuenta que la diferencia entre ser y estar es algo característico de la lengua castellana y no de otros idiomas, estamos en las mismas). Pero en efecto, se puede hacer mucha psicología viendo qué está escuchando la gente. Alguno me llegó a preocupar. Algo malo le tiene que estar pasando para escuchar a Alex Ubago.
Y es que no puedo evitarlo. Tengo prejuicios y projuicios musicales. No te conozco, pero en el móvil te suena Britney Spears: prejuicio. No te conozco, pero llevas una camiseta de Radiohead: projuicio! Ya, ya sé que no puedo ser “etnocentrista musical” y creer que puedo juzgar lo que es “buena música” o “mala música”. Nada más lejos. Pero reconozco que soy extremista en este aspecto (bueno, si sólo fuera en éste!): hay música que me apasiona y música que me horroriza. Pero es simplemente algo personal y subjetivo. Sé que todo es relativo y que depende del contexto y de las circunstancias. Y por eso mismo, me aplico este refrán: “Nunca digas de está música no escucharé”. Pero en todo caso, cuando eso suceda, agradecería que una aplicación en el  reproductor me lo detectara… ;-)

jueves, 9 de mayo de 2013

Souplesse

Mi profesora de yoga favorita (que en un futuro será Marta), nos hablaba ayer de la souplesse (flexibilidad). Cuando los músculos están rígidos, y no quieren flexibilizarse es porque han somatizado a lo largo de nuestra vida alguna de nuestras numerosas tensiones. El yoga intenta liberar esa tensión anclada en nuestros músculos y devolvernos nuestra fluidez original. Y Marjorie enlazó sabiamente con la teoría del non-attachment, que si no me equivoco, es uno de los pilares básicos del budismo: dejar las cosas pasar sin aferrarse a ellas. ¡Qué fácil es aferrarse a lo bueno! Tras un duro invierno, el verano parece haber llegado a Montréal. Ayer hizo un día muy bueno. Et on s'y attache à cela! En efecto, nos aferramos tanto, que si al día siguiente llueve, estaremos decepcionados, porque nos habíamos encariñado con esa temperatura que tanto nos gusta, y sentiremos su pérdida. Si aceptamos los días buenos como algo externo que necesariamente terminará, y lo mismo con los días malos, nunca experimentaremos ese sentimiento de pérdida. Las cosas vienen y se van. Las personas también. Sólo nuestro núcleo interno permanece. Y nuestro cuerpo, que el yoga nos enseña a hacer más dócil, sin importar su tamaño, su gordura o sus deformidades. El yoga, tal y como yo lo estoy descubriendo desde hace sólo tres semanas, es una filosofía de aceptarse a uno mismo por fuera y por dentro, sin por ello dejar de intentar ser mejores cada día, por fuera y por dentro. 
Volviendo a nuestro músculo, éste se aferra a su tensión previa. Y el yoga quiere llevar el principio del non-attachment a un nivel físico y permitir a nuestros músculos olvidar esas tensiones pasadas y vivir un presente dulce y relajado. Como estamos plenamente conectados, esta souplesse física repercute en nuestra souplesse mental. 

Yoga significa unión.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Sobre los nombres propios

No paro de bailar. Por lo tanto todas mis reflexiones giran en torno al baile. Y ésta va sobre los nombres propios. En la "danse sociale" se cambia continuamente de "partenaire", por lo que en una noche bailas con practicamente toda la sala (al menos en mi caso) y en muchas ocasiones tu única micro-conversación es un ¿cómo te llamas?
Hay un mundo en esto de los nombres propios, sobre todo en Canadá, donde la composición de la sala de baile agrupa a personas de todos los orígenes nacionales y étnicos.
El otro día baile con Sherekhan (obviamente no se escribirá así). Le pregunté si era originario de la India y me respondió que sí. En mi cabeza apareció Shere Khan, el tigre de el Libro de la Selva, y ya estuve toda la canción pensando que estaba bailando con un tigre y me entró la risa tonta. 
También conocí a "Ska". Dos días más tarde, el facebook me demostró que era "Scott". Porque lo de la pronunciación y los acentos, es otra historia...
También conocía a Cofi... as the coffee? yes, as the Coffee (pobre, se lo habrán dicho tantas veces!) 
Pero también a Ragoût... ¿como el Ragoût de ternera? No, Ragu. 
Lo peor es cuando el nombre te ha sonado tan complicado que ni siquiera eres capaz de reproducir el sonido para cerciorarte de que lo has entendido. Yo ante la duda, no llamo. Otras veces ni siquiera haces el esfuerzo por entender el nombre que vas a olvidar seguro, y simplemente haces un "a-ha" mientras asientes con la cabeza y empiezas a bailar.
Claro, a ellos les pasa lo mismo: 
- Comment tu t'appelles?
- Lola
- Enchanté Lela
- Lela no, Lola. 
Bueno, lela a veces también, jeje. Claro, le tuve que explicar que lela en espagnol quería decir bête (no en el sentido de bestia, sino de atontada).  "Je m'excuse, je m'excuse", jeje.
Luego están las variaciones de nombres que ya conoces: lo digo pensando en Jonathon, Frederico, etc.

En fin, es que en el amor y en los nombres... ¿todo vale?
;-)