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Te fuiste a trabajar a la ONU
y te convertiste en espía
de un gobierno sudamericano.
Porque todo te importaba un comino
y hablabas el español.
Eso fue varios años después de que hiciéramos el
amor
en el suave aire de otoño de Montreal.
Atenas era hermosa en los viejos tiempos.
Los drugstores eran gratis.
Conocíamos diez grandes ciudades de memoria.
Muerte a las potencias
que han destruido el encanto de viajar.
Déjales que te tartamudeen sus blandos secretos
sobre tus largas piernas y tus altos dedos.
Déjales que consigan tu amor de madera.
Muerte a la Junta,
Muerte al Control de Pasaportes.
Leonard Cohen, La energía de los esclavos, 1972