Mujer, siempre conquistada
Era bonita,
pero no le quedaban sueños
en las ubres
y tuvo que ordeñarse las
venas en busca de piedras
con las que construir
murallas
para protegerse de los
buscadores de oro;
déspotas que revuelven el
cielo y la tierra.
Era bonita por dentro
y quería, con palabras,
deshacer la hiedra
y reconciliar tu fe y la
mía,
fusionar mezquitas con
catedrales,
recitar oraciones ateas
con las que comulgarían
tu vientre y mis turbantes,
tus dagas y mis cruces,
tus rosarios y mis penas.
Era bonita y sin embargo,
no pudo evitar con sus
doradas trenzas
que se derrumbaran las
torres.
No pudo desescombrar los
ideales ni las vidas aplastadas.
No pudo detener con su
lengua pulcra
los malos entendidos.
No pudo resistir la
tentación
de morder la manzana
sin envenenar también a
Adán.
Blancanieves del paraíso,
¡danza con tus siete velos!
Recita cuentos prohibidos de
libros censurados
con posturas de amantes que
saludan al Sol.
¡Duerme, bella embalsamada!
Sacrifícate en rituales de
sangre
y tiñe de rojo los ríos que
transportan mesías.
Báñate con leche de burra
y tiñe de blanco los
desiertos que ocultan profetas.
Sacrifícate en tu hogar y
con tus hijos.
Harakiri con cuchillos de
cocina,
harakiri con plumas de
oficina.
Esclava, siempre esclava,
con cadenas de amor
impuesto,
con consignas de buena
mujer.
Rebélate y tiembla desde las
entrañas.
Genera mareas de árboles,
huracanes de estrellas,
terremotos de hojas muertas.
Capaz de dar de comer con
tus senos
a manadas despiertas de
soles hambrientos.
Capaz de provocar con tus
muslos tsunamis de fuego.
Madre Tierra,
cuidas hijos con cabeza de
elefante
y has vencido la destrucción
con tu sosiego.
Pero pronto rebrotarán las
semillas y el cosmos,
volverán a nacer las flores
y las malas hierbas;
de ti mamarán lobos y
hombres hasta dejarte seca.
Rebélate
Madre, Tierra, Mujer,
siempre conquistada.
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