Manifestación de un 6 de enero
Epifanía
agreste y sin estrella,
procesión perpetua
hasta tus brazos,
peregrinaje perenne
hasta tus muslos.
Y allá, en tu
Meca,
no hallé el
paraíso (tampoco el infierno, seamos justos).
Aturdida y contrariada
por la ausencia de magia,
arrojé mi
corona por tierra en gesto de abdicación.
Cayeron los
mitos de tantos pasos caminados
y sólo quedó la
materia.
Dime qué más
quieres de mí
si ya no soy
etérea (ni tampoco niña),
pero transporto
sabiduría y culpa a partes iguales.
Acéptame así,
tan salvaje,
aparta tus
libros sagrados
y aliméntame el
alma con deseos
de oro,
de oro,
de incienso,
de mirra.
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