lunes, 12 de septiembre de 2011

"Lo que tienes, te tiene"

La frase no es mía. Me la dijo Susana. Pero seguramente tampoco es de Susana. ¿Quién tiene la propiedad de las palabras? ¿Aquel que las inventa? ¿Puedo poseer una palabra que no existe? ¿Puedo hacer que exista una palabra?

Quiero una palabra: la creo.
Por ejemplo, huella. Para mí huella tiene dos acepciones: una pasiva y otra activa. Activa, porque puedes dejar huella en alguien; pasiva, porque pueden dejar huella en ti.

"Huellada por esas manos trágicas,
abiertas a la nostalgia,
impregnabas en mí, recuerdos de fuego"

¿O por qué no esto?:
"Huellando caminos con pasos profundos
lacrando las vías errantes
con señales invisibles"

Huellar. Me he inventado un verbo. Ya tengo una palabra nueva, es mía. Sólo existe para mí. Sólo tiene validez en mi pensamiento. Es lo único que tengo, mis pensamientos. Pero entonces dicen los que meditan que "hay que dejarlos ir", "hay que dejarlos pasar", no aferrarse nunca a los pensamientos... Si dejo que se escapen, ya no los poseo. Y ya no tengo nada.
Solo así vuelvo a ser libre. Porque si nada tengo, nada me tiene.

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