miércoles, 20 de abril de 2011

Nada detiene a un movimiento

“Nada detiene a un movimiento cuyo tiempo ha llegado.”

Wihtol de Wenden, Caterine. ¿Hay que abrir las fronteras?

miércoles, 13 de abril de 2011

Miedo y muerte

No me da miedo la muerte, nunca me lo ha dado, no la mía.
Cada vez que emprendo un viaje pienso: ¿y si no vuelvo? Y lo que me da miedo es volver sin haber tenido derecho a la última palabra, a decir lo que no he dicho, a morir sin haber hablado.
Por eso mismo hay días en los que no temo a la muerte. Curiosamente son los días más felices, aquellos en los que reboso vida. Esos días en los que estoy tan extremamente feliz que, pese a que me daría pena morir en un día en los que la felicidad me incita a estar viva, no me importaría hacerlo porque todo está bien, porque moriría con una sonrisa en la boca, con las cosas bien hechas, sin dejarme nada en el tintero. Sería pues, un final feliz.

Cuando muera yo ya estaré muerta, y no sentiré. Lo único que temo es eso, morir habiendo dejado frases abiertas, puertas mal cerradas, mensajes sin responder... y marcharme sin poder decirle a la otra persona: oye, no pienses mal, no soy una antipática, no es que no quiera contestarte, es que me he muerto. No dejes para mañana...

Lo de la puerta mal cerrada viene por una reflexión de una amiga que me dijo: "nunca te vayas dando un portazo, por lo que pueda pasar después hasta que vuelvas, porque si no volvieses, esa sería la última imagen"... una puerta mal cerrada.
Mi abuelo me obligaba a darle un beso cada vez que me iba, aunque fuera a dar la vuelta a la manzana. Ahora lo pienso y me gusta. Al menos así nos aseguramos un beso. Tal vez debiéramos dar más besos, despedirnos más a menudo. Entonces no tendríamos miedo a marcharnos.

En mi caso, siento mucho más de lo que digo. Sin embargo no digo nada que no sienta.

Mi mayor miedo es ese, marcharme sintiendo tanto y habiendo dicho la mitad, queriendo tanto y sin haber dicho te quiero.

lunes, 11 de abril de 2011

Seis son multitud, o el porqué de los malentendidos

Punset dice que Unamuno decía que cuando se encuentran dos personas hay en realidad seis. La persona que uno mismo se cree que es, la persona que percibe el otro y la persona que realmente se es, lo cual multiplicado por dos, da seis. “Una cosa es lo que uno dice, otra lo que el otro entiende y otra lo que realmente se quería decir.”

Esto aplicado a la escritura sería: "una cosa es lo que uno escribe, otra lo que el otro entiende cuando lo lee, y otra lo que realmente se quería decir".

¿Alguien me ha entendido?

lunes, 4 de abril de 2011

Pasión y talento


"No se debe confundir pasión y talento". Lo que más me gustó de la película Rudo y Cursi fue justamente esa frase (bueno, y Gael García). En la película, Gael García Bernal tiene un don para jugar al fútbol, es realmente bueno sin proponérselo. Sin embargo, su verdadera pasión es cantar. Su sueño, ser un cantante famoso y grabar un videoclip. Como puede apreciarse en el vídeo, canta bastante mal, pero él lo vive de forma apasionada. (El videoclip es patético, pero hay que decir que es una parodia de esta clase de videoclips. De hecho me remito a este comentario al respecto: " Lo gracioso de todo este asunto es que los videos norteños suelen ser tan estupidos que este aunque sea una parodia de una pelicula, los que no la conocen piensan que es verdadero JAJAJA". Cierro paréntesis).

Volviendo al tema... ¿hasta qué punto pasión y talento están relacionados? Opino que mucho. Gael García sería una excepción. Su personaje ama tanto cantar que no es consciente de lo mal que lo hace. Pero lo normal es que lo que te apasiona se te dé bien.
Se te puede dar bien algo que no te apasiona, eso está claro. Mucha gente trabaja en algo que no le apasiona, pero que se le da bien y no le supone mucho esfuerzo. Sin embargo, lo que te apasiona es tu motivación máxima, y cuando algo te motiva, (te mueve) podríamos decir que es tanto porque te gusta mucho, como porque tienes expectativas de lograrlo. Además es un círculo vicioso. A mí me puede gustar mucho el yoga, pero se me da tan mal que no recibo recompensa por el esfuerzo. Por lo tanto me motiva menos, y deja de gustarme. La desmotivación suele venir por un cambio de gustos o por frustraciones continuadas.
La pasión necesita un cierto feedback o retroalimentación con el elemento objeto de la pasión, (esto también serviría con las personas, pero esto sería otro tema). Además este feedback es lógico teniendo en cuenta que el esfuerzo invertido en desarrollar esa pasión suele dar frutos, a no ser que se carezca por completo de talento para la actividad en cuestión. Siendo así... ¿se puede seguir manteniendo la pasión por algo para lo que se está muy poco dotado?
Puesto que las pasiones no son innatas, podemos elegir nuestras pasiones o reorientarlas hacia aquellas actividades que nos proporcionarán al menos cierta satisfacción personal.

Hago una invitación a que cada uno examine sus pasiones y a que compruebe si hay que confundir o no, pasión con talento.


viernes, 1 de abril de 2011

Palabras: siempre hay una primera vez.

Con las palabras también sucede. Hay palabras que utilizamos sin que se nos pase por la cabeza el hecho de que nuestro interlocutor pueda desconocer su significado. Para nosotros están interiorizadas, son de uso frecuente en nuestros discursos externos y diálogos internos... pero tal vez no son palabras de uso generalizado.
¡Qué pronto olvidamos que siempre hay una primera vez! También con las palabras. Necesariamente tuvo que haber un momento en el que no la conocías. Personalmente, yo sigo el rastro de algunas. Como la magdalena de Proust, hay palabras que me trasladan al momento exacto en el que las escuché por primera vez. Y recuerdo que entonces no sabía lo que era. Y me sorprende... ¿cómo no podía saber lo que era? ¡Pero si es un concepto básico! ¡Qué sería de mí sin poder utilizarlo! Pero bueno, yo soy una freaky de las palabras, y a veces me paso. Todo esto no es tan trascendente. Aún así, continúo con el tema.
Nuestro cerebro se despierta ante lo desconocido. Como si tuviera un detector, mi atención se desvía hacia la nueva palabra, y me digo que tengo que buscarla. Suele suceder que no la buscas, pero se queda latente en alguna parte. Casi de forma mágica, esa misma palabra vuelve a aparecer tarde o temprano, y tu cerebro sabe que no es la primera vez que la escucha. También sabe que no la sabe. No hay dos sin tres, y la palabra vuelve. Esa es mi regla. Cuando una palabra aparece por tercera vez, te está clamando a gritos que desea ser buscada, que desea ser parte de ti, de tus conceptos, de tu vocabulario al uso. ¿Cómo negarle esto? No puedes.


Así aprendí el significado de epistemología, de propositivo, de carpetovetónico, de batiscafo, y un largo etc. La última, autopoiesis.

Por supuesto, todo esto me sucede también con las lenguas extranjeras. Tal vez mi regla de las tres veces vino de ahí, de esperar que una palabra en inglés se repita tres veces en el libro que estoy leyendo para que decida interrumpir la lectura y buscarla de una vez. Sí, creo que ahí empezó esta teoría.


La adquisición de una palabra también tiene sus fases. Primero te quedas con una definición de base. Luego la contextualizas, y vas perfilando sus contornos de significado. Ya casi la tienes de forma pasiva. Después, hay que dar el gran salto: introducirla en tu vocabulario activo.
La primera vez que la escribes, se te resbala de los dedos, quieres que caiga en el hueco que queda entre dos palabras. Y ahí la dejas, discreta, rodeada de compañeras, esperando que armonice con el resto y que nadie la señale con el dedo.

La primera vez que la pronuncias en voz alta la verbalizas con miedo: ¿la habré usado bien? Nadie protesta, nadie se extraña. Sigues adelante... ¿tan obvia era esta palabra que todo el mundo la ha entendido? ¡Con lo que a mí me ha costado!

La vergüenza de preguntar el significado de las cosas...